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Sublime donut – instinto de supervivencia

IMG_0347Hace 1500 días que no escribo un post. Me siento como ante uno de esos ejercicios de inglés en los que hay que rellenar huecos con palabras. Desde el último post he cambiado de ciudad, de casa y de trabajo, tenido un hijo, cambiado de casa otra vez y perdido… ufff [hueco] un padre. He tenido otro hijo, que se parece mucho a su abuelo y ahora, en medio de la pandemia, vivo una lucha interna diaria entre el nihilismo más devastador y un pequeño pero matón instinto de supervivencia que me empuja a comprar levadura. Como a todos. Back to basics. Lo cual no significa volver al pueblo o a lo rural (ahí ahora no nos quieren y en el fondo están igual) ni tampoco volver a la tradición. La tradición es humana y ¡el ser humano parece ahora tan frágil! Los hongos de la levadura, en cambio, se me antojan último bastión de la magia en un mundo asustado.

Ha hablado mi nihilismo. Mi instinto de supervivencia, mientras, se deleita con el ruido sordo y el peso blando de la cuchara colma de harina. Nihilismo pregunta: ¿por qué? ¿para qué? ¿qué sentido tiene nada? Instinto hierve la leche. Huele a ciclo de la vida, a nuevos comienzos. Tuesta la mantequilla (se dice clarificar). Huele fuerte y un poco rancio, como una habitación después de una noche loca. Mezcla, y hay que esperar, volver a esperar y esperar un poco más. Nihilismo se impacienta, quiere respuestas, aunque ninguna le parece buena. Instinto amasa. Hay que arañar la masa varias veces, arrastrarla y golpearla, así que hasta aquí las metáforas. Cuando pierdes a… [hueco] un padre, te vuelves más respetuoso a la hora de hablar de finales, aunque sean figurados. Baste decir que al final instinto gana, porque para eso está. No importa si nihilismo tiene razón o no, instinto gana siempre.

¿Pero podría instinto ir más allá? ¿Sublimarse, evolucionar, mejorar? Volviendo a la metáfora: ¿no sería maravilloso que nuestro instinto de supervivencia pudiera elevarse como la masa que se hincha en el aceite caliente? ¿Iluminarse como el donut cuando lo empapas en glasa? Dejar de ser pequeño pero matón para ser un impulso grande y hermoso, que nos llene de fuerza y generosidad en vez de miedo (y de odio, otra manera de decir miedo). Sería bonito: salir de esta pandemia como una versión 2.0 de la humanidad, como estos donuts que son la versión 2.0 de las masas levadas, la versión 3.0 de los donuts de panadería y la 4.0 de los industriales. Sublimes. “También saldremos más gordos” dice nihilismo. “Eh, ¿pero tú no te habías ido?”, “Ah… ¿no? Bueno… a mi [hueco] padre le encantaban los bollos, a mi hijo también. Instinto wins”.

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Receta donuts

La receta es una transcripción literal de mi nueva gurú de la levadura, la clarísima, eficaz y perfeccionista Esbieta. ¡Gracias por existir!

Masa:

  • 320g harina y un poco más para amasar (9% proteínas)
  • 1 huevo
  • 15g levadura fresca o 5g seca
  • 145ml leche hervida (poner un poco más) – la masa queda mejor
  • 40g mantequilla
  • 50g azúcar
  • 3g sal
  • Aceite de girasol para freír

Glaseado:

  • 150g azúcar impalpable
  • 60g mantequilla
  • 45 g leche evaporada
  • ½ cucharada de agua
  • 5g de azúcar glas vainillado o esencia de vainilla (opcional)

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Proceso:

  • Deshacer la levadura en la leche templada con la mitad del azúcar, remover muy bien y dejar burbujear unos 15 min para que se active la levadura
  • Verter la mezcla en un recipiente grande, mezclar con un huevo y con el azúcar restante. Remover. Añadir la harina tamizada con la sal. Remover muy bien y dejar reposar durante unos 20 minutos
  • Vuelca la masa sobre la mesa limpia y seca. Amásala hasta que se vuelva lisa y uniforme.
  • Cuando la masa esté lisa, añadir la mitad de la mantequilla en pomada e integrarla amasando. Repetir con la otra mitad de la mantequilla
  • Untar un recipiente con un poco de aceite de girasol, poner dentro la masa y dejar que triplique su tamaño (entre 1h30 a 27 grados, un poco más rápido en el horno a 35-40º)
  • Amasar la masa un minuto. Dejarla en reposo cubierta unos 15 min para que se relaje.
  • Estirar con un rodillo hasta 1cm de grosor. Cortar la masa en círculos (8.5cm), 2,5cm el agujero. Colocar los donuts en una bandeja espolvoreada con harina o con papel de cocina.
  • Dejar subir a temperatura ambiente (unos 40 minutos)
  • Poner aceite en la sartén, unos 3cm, a fuego medio bajo, para saber si el aceite está caliente, echar un trocito de masa, cuando suba a la superficie y se rodee de pequeñas burbujas, está listo. Para conseguir un dorado bonito y uniforme, mueve todo el tiempo los donuts y dale varias vueltas.
  • Pon a secar sobre papel de cocina
  • Para el glaseado, clarificar la mantequilla a fuego bajo (desechar la espuma, verter la mantequilla en un recipiente dejando atrás los posos), dejar que enfríe un minuto
  • Añadir la leche evaporada templada y remover para que se mezclen entre sí
  • Añadir el azúcar y la esencia de vainilla removiendo muy bien con una varillas, añadir un poco de agua si necesario para regular el espesor
  • Bañar los donuts en el glaseado dejando gotear bien. Coloca los donuts sobre una rejilla para que se sequen.
  • Conservar los donuts en una bolsa o en un recipiente cerrado

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Nueva York – Bread pudding de Challah y frambuesas

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Una vez leí que en California las personas son más guapas por un curioso caso de selección artificial. Desde principios de siglo, confluían en California centenares de chicas y chicos, los más guapos de cada pueblo perdido de América, convencidos de poder alcanzar su propio sueño americano, el de convertirse en la próxima Marylin Monroe o el próximo Cary Grant. Pocos alcanzaban su sueño pero supongo que, por no volver al pueblo con las orejas gachas, muchos se quedaban, sirviendo mesas y teniendo hijos de genética generosa (los actuales surferos Californianos, para entendernos).

Nueva York vista hoy me da la misma sensación pero en versión intelectual. Ciudad de inmigrantes, es más que eso, es la ciudad del éxito profesional. Ciudad que rezuma inteligencia, pragmatismo y olfato para los negocios. Ciudad que te engatusa como un mercante, ensenándote lo que podría ser tuyo, ay, si solo fueras lo suficientemente bueno como para trabajar en banca de inversión… si tan solo uno de tus antepasados hubiera sido lo suficientemente ambicioso como para crear un emporio y dejártelo en herencia… si tus propias ganas de triunfar fueran tan grandes como para soportar el miedo al fracaso en la ciudad del éxito.

Por este motivo y por muchos otros, visitar Nueva York tiene algo de místico. Como mirar un espejo y mirar detrás de el. Nueva York te muestra lo que más deseas, tus anhelos más profundos, todas las vidas que secretamente querrías experimentar. Y Nueva York, de repente, te arroya con el cuerpo de un trabajador con prisas y te saca de tu ensoñación con un esquiusmimadam hastiado detrás de ti para advertirte de que estás bloqueando la salida del metro. En ese momento te invade una nostalgia tremenda, la nostalgia de mil inmigrantes, y te entran unas ganas enormes de ser tu mismo, en tu propia vida.

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Después de cuatro días en Nueva York tenía muchas ganas de escribir sobre su comida, su indigesta y fascinante gastronomía, tan fascinante como el patchwork de inmigrantes que la han ido configurando, superponiendo productos de la nostalgia con golpes de genio comercial. Pero me ha salido este post extraño, sin duda inspirado por la ciudad, pero también por el libro Nueva York, de Edward Rutherfurd (un libro increíble que recomiendo calurosamente) y uno de los últimos artículos de Elvira Lindo que leí poco antes de viajar y que me dio que pensar. A ella me gustaría decir: “Yo podría vivir en esta ciudad… o quizás no” 🙂

En cuanto a la receta: empieza con un pan de la tradición judía característico del periodo de Hanukkah llamado “challah” que compramos para llevar a casa de un chico judío que primero nos invitò a cenar y luego nos retiró la invitación como solo un auténtico neoyorkino sabe hacer. Decidimos traernos la challah a Milan y compartirla con amigos el domingo pero para cuando llegó el domingo estaba más muerta que viva. Buscando recetas de aprovechamiento de pan seco descubrí esta que ha adelantado por la derecha a todas las ultimas recetas que he hecho últimamente. Un postre reconfortante y delicado a pesar de su contundencia, cremoso y “rich” gracias a la (ingentecantidadde)nata y fresco gracias al toque àcido de la frambuesa y al dulzor sutil del pan.

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Ingredientes:

  • 4 tazas (cup) de challah o pan brioche común al huevo, muy rico con uvas pasas. También valen restos de panettone, pandoro o roscòn aunque en este caso es mejor no añadir aromas porque los industriales son fuertes de por sì
  • 1 taza de nata de cocina
  • 1 taza de leche entera
  • 1 taza de frambuesas frescas o congeladas (yo uso siempre congeladas, las compro en temporada y aguantan fenomenal)
  • 3 huevos
  • 4 cucharadas de azúcar blanco o moreno
  • Un toque de vainilla o de azahar (unas gotitas de esencia, unas semillas de vainilla o una cucharadita de pètalos de azahar secos)

Pasos

  • Si el pan es fresco o todavía no se ha secado del todo, recomiendo secarlo un poco en el horno. De este modo, al humedecerlo de nuevo, los trozos quedarán más enteros (si no se sigue este paso, el sabor del resultado final será el mismo, pero la textura será menos interesante, con trozos menos definidos y menos crujiente en superficie)
  • Para secar el pan, poner a calentar el horno a 100°C con calor superior e inferior o aire caliente
  • Cortar el pan o la brioche en cubos de unos 3 centìmetros
  • Poner el pan en una bandeja de horno cubierta por papel parafinado y poner los trozos de pan a secar en el horno durante unos 15 minutos bien separados entre sì
  • Mientras, mezclar en un bol los huevos, la nata, la leche, el azúcar y los aromas. Yo usé un par de gotas de esencia de vainilla e infusioné una cucharadita de pétalos secos de flor de azahar en una pequeña parte de la leche calentada. Con los pétalos de azahar hay que tener cuidado! Demasiada cantidad o demasiado tiempo da mucho amargor, se trata de dar un toque asì que hay que probar la leche antes de mezclar todo. Con las esencias en general es mejor empezar con poco e ir subiendo la intensidad porque en cambio es difìcil corregir un exceso. Ademàs, yo recomiendo probar las mezclas crudas (como pruebo la mezcla para la tortilla de patata). No hay nada en resposterìa que no se pueda comer crudo 🙂
  • Cuando el pan se haya secado (quizàs se haya dorado ligeramente), sacar del horno. Dejar el horno encendido subiendo la temperatura a 180°C
  • En una fuente de cristal de tamaño medio, verter la mezcla líquida. Por encima, distribuir los trozos de challah intercalados con frambuesas. Asegurarse de cubrir todos los huecos presionando un poco los trozos de pan hacia abajo pero sin toquetearlos demasiado (para no deshacerlos y que mantengan la forma). A mí me gusta que se intercalen trozos de “costra” con trozos de miga
  • Hornear durante unos 20 minutos a media altura. A mí me salió con el centro muy cremoso y me encantó, pero supongo que si lo cocinas más tiempo puede quedar más seco y puede gustar también
  • Servir en un bol aún templado, simple y delicioso

retocada

Tortitas americanas del Vips – Post gripal

Dando la vuelta a la tortita
Ahora que mis defensas super-poderosas se han quebrado, debo admitir que desde su altura, cuando me creía invencible, cometí dos pecados. Uno, la envidia. He envidiado taaanto. A todos los resfriados. En particular a las frágiles compañeras de trabajo que sin excepción por estas fechas se pasan un par de días en casa para recuperarse. Y a ellas pido perdón, sobretodo por el segundo pecado. El desprecio. Porque secretamente he pensado siempre que erais todos una panda de cuentistas. Unos afortunados a los que la naturaleza había dado injustamente la habilidad de tener fiebre como excusa para ver pelis y remolonear.

Y será que los virus italianos son más machos, pero he conseguido tener fiebre por primera vez desde los 14 años!!! Casi 38.5, Ja! Eso si, de viernes a domingo, no exageremos. Y bueno, pues resulta que se pasa fatal 🙂 He sentido frio, cansancio, dolor de cabeza, eso que en la publicidad llaman “dolores musculares” y que no entendía muy bien y lo peor de todo: total falta de ganas de comer!!! Un poco porque con tantos mocos nada me sabía a nada (a duras penas distinguía dulce y salado, poco más) pero sobretodo porque no tenía ninguna gana de hacer el esfuerzo. Comer. Un esfuerzo. He estado temporalmente enajenada. Esta claro que tener fiebre no vale la pena.

Como decía, después de todo mis defensas siguen siendo bastante super-poderosas por lo que la fiebre desapareció el domingo junto con mis esperanzas de faltar un día al trabajo. Y qué mejor modo de celebrar la victoria sobre mocos y apatía que recuperando todas las calorías no comidas en un único desayuno!?!?! He aquí mi propuesta para un domingo post-gripal: una ración de tortitas americanas al más puro estilo Vips. Faltaba el bacon (importante) y las patatas fritas (que redondean el plato, no lo vamos a negar). Pero estaba lo más importante que quién no ha probado esta combinación no sabe valorar: la yema de huevo caliente con su toque de sal, las tortitas recién hechas para mojar y el sirope de arce para guarrear. Un pecado mortal.

La yema y la tortita

Ingredientes para dos personas

La receta escrita aquí abajo es la de las tortitas buenas, la encontré en este blog. Las tortitas de la foto corresponden a una receta improvisada por mi novio el domingo por la mañana que no vamos a juzgar aquí porque el gesto post-gripal estuvo muy bonito y aunque feas las tortitas no estaban tan mal :))

  • 2 huevos para las tortitas
  • 200 gramos de harina
  • Tres cucharaditas de levadura en polvo
  • Dos cucharadas soperas de azúcar
  • Una cucharada de aceite de girasol o mantequilla
  • Un vaso de leche (unos 250 ml)
  • Una pizca de sal
  • Sirope de arce o caramelo
  • 4 huevos para freír, pavo, jamón o bacon

Pasos

  • Mezclar la harina pasada por un colador con la sal y la levadura
  • En otro bol, mezclar los dos huevos con la leche, el azúcar y el aceite (si se usa mantequilla se puede derretir en un cazo junto a la leche a fuego suave)
  • Juntar la harina al líquido y batir rápido (yo uso la minipimer pero en el blog de la receta dicen que hay que batir rápido y poco tiempo, que los grumos desaparecen en la sartén, tendré que probar)
  • Poner la mezcla en una jarra o dejarla en el bol y usar un cazo de sopa.
  • Poner a calentar una sartén buena (antiadherente y eso) a fuego medio-fuerte. Cuando al acercar la mano se sienta calor, verter la cantidad equivalente a un chorro largo o un cazo raso. La mezcla se expande por la sartén así que no hay que poner mucha pero eso se va viendo con cada tortita
  • Esperar a que la parte expuesta de la tortita esté cubierta de burbujas estalladas y dar la vuelta. Esperar otro minuto y sacar. La parte de las burbujas es mi parte preferida
  • Freír los huevos en otra sartén antiadherente con un chorro generoso de aceite bueno a fuego medio fuerte hasta que la clara esté blanca. La yema liquida me gusta tanto como la grima que me da la clara sin cuajar así que yo inclino la sartén y echo un poco del aceite por encima de la clara para que se cocine bien evitando la yema. Espolvorear bien con sal maldon
  • Freír el bacon o el jamón o las patatas o todas las guarradas que queramos añadir al plato
  • Disfrutar y recuperarse

Listo para comer

La mejor NY Cheesecake – contra las libres interpretaciones

la auténtica NY Cheesecake
Es muy duro leer en los ojos de tu pareja la decepción. Ilusiones rotas, una y otra vez. La mirada que se ilumina y que de repente, en un segundo, se apaga. Esto es lo que ocurre cada vez que mi novio, con una inquebrantable confianza en la humanidad, vuelve a pedirse una cheesecake en un restaurante. Su tarta favorita y la más sujeta a “libre interpretación” que yo haya visto jamás.

Porque en España (donde por lo menos tenemos la decencia de cambiarle el nombre a “tarta de queso”) te pueden traer a la mesa desde una quesada pasiega hasta una mousse con regusto a cabrales. En Italia en cambio disfrutan poniendo cremas de queso en copas de cristal y espolvoreando galleta por encima (o por debajo) como si fuera el colmo de la “deconstrucción” creativa.

Así que después de verle languidecer ante su cruel destino de italiano Cheesecake-dependiente, decidí ponerme manos a la obra: esta tarta, para el solito, fue su regalo de cumpleaños. En mi opinión de insoportable purista es la NY Cheesecake perfecta. Con su base abizcochada (no de galletas), el interior perfumado, bien cocinado y sutilmente dulce y una costra dorada que recuerda vagamente a la quiche salada.

La mitad de esta receta, el relleno, es facilísima. La base es un poco más laboriosa y se puede sustituir si no se quiere ser tan purista con una típica base de galletas machacadas mezcladas con un poco de mantequilla fundida. Yo no soy muy fan de esa base porque me parece muy pesada y creo que el sabor a grasa y azúcar lo invade todo pero prometo no juzgar 🙂

Para esta receta hace falta:

  • Un molde de tarta desmoldable (se puede hacer sin pero entonces hay que servirla directamente sobre el contenedor porque no se desmoldará jamás)
  • Una fuente redonda más ancha que el molde. Puede ser baja, idealmente debería llegar hasta la mitad de la altura del molde (es para cocinar la tarta en el horno al baño María)
  • Varillas para montar claras a punto de nieve (esto es fundamental para la base buena pero no hace falta si se prepara base de galletas)
  • Robot de cocina: tampoco es fundamental pero ayuda. El relleno debe estar bien integrado y aireado y a mano cuesta pero se puede conseguir con entusiasmo y paciencia
  • Muchos boles para ensuciar y luego tener que limpiar

Las primeras flores de almendro... o es cerezo?

Ingredientes (en cups, que no me ha dado tiempo, en cuanto pueda transformo en gramos y ml)

Para la base:

  • Un poco de mantequilla derretida para embadurnar el molde
  • 1/3 cup harina tamizada (vale pasarla por un colador a golpecitos)
  • Una cucharita de café de levadura tipo Royal
  • Un pellizco de sal
  • 2 huevo extra grandes o 3 medianos
  • 1/3 cup de azúcar
  • 1 cucharadita de extracto de vainilla
  • La ralladura de medio limón
  • 2 cucharadas de mantequilla derretida
  • Unas gotas de zumo de limòn 

Para el relleno:

  • 4 paquetes de los grandes de Philadelphia (normal, nada de light) a temperatura ambiente
  • 1 cup y 2/3 de azúcar
  • ¼ cup de maicena
  • 1 cucharada de esencia pura de vainilla (la venden en la zona de pastelerìa del super, si no valen también vainas abiertas en sentido longitudinal para conseguir las semillas)
  • 2 huevos muy grandes o 3 medianos
  • ¾ cup de nata para montar (agitar bien antes de abrir el paquetito)

 Para decorar:

  • Medio bote de mermelada de fresa de calidad decente (para cuando no es temporada)
  • Medio vaso de agua
  • Fresas cortadas en cuartos

Cheesecake lista para repartir

Pasos (mejor el día antes o al menos 6 horas antes de servirla) 

Para la base:

  • Precalentar el horno a 180°C
  • Embadurnar con harina la base del molde para la tarta
  • Separar la yema y la clara de los huevos
  • En un bol grande batir las yemas con energía un par de minutos. Lentamente, añadir 2 cucharadas de azúcar y continuar batiendo hasta que se formen una especie de lazos de huevo de color amarillo claro unos 5 minutos más. Añadir la ralladura de limón y la esencia de vainilla
  • Sobre el bol con el huevo, tamizar la harina junto a la levadura y el pellizco de sal. Al final, mezclar todo con la mano juntando todos los trocitos. Añadir la mantequilla derretida y formar una pelotita de masa con las manos
  • En otro bol grande (el del robot de cocina si se tiene o un bol normal si se usan varillas) montar las claras de huevo a punto de nieve. Añadir dos gotas de limón (esto da estabilidad a las claras). Añadir poco a poco el azúcar y batir hasta que se forme una “nieve” brillante y se formen picos rígidos al levantar las varillas
  • Este es el paso más raro: hay que mezclar las claras a punto de nieve con la pelotita de masa (la harina, la mantequilla y las yemas). Se puede coger una primera cucharada de claras y mezclarla bien con la masa sin preocuparse por perder el aire. Después, cuando la masa se haya ablandado un poco, incorporar el resto de las claras batiendo con cuidado para que el aire no se escape. No pasa nada si el resultado no está perfectamente mezclado, si queda un poco de blanco desaparecerá en el horno.
  • Con delicadeza, colocar la mezcla aireada sobre la base del molde para tartas, meter en el horno y dorar durante unos 10 minutos hasta que coja color y pierda el aspecto húmedo y pegajoso. Tocar delicadamente con el dedo para ver si está listo. Sacar del horno y dejar enfriar un poco. Dejar el horno encendido.

Para el relleno: 

  • En un bol grande (mejor si es en el del robot de cocina) mezclar un paquete de Philadelphia con 1/3 cup de azúcar (o sea, no toda) y toda la maicena. Mezclar durante unos 3 minutos hasta que la mezcla esté muy cremosa (a mano es más difícil que con robot pero se puede). De vez en cuando con una espátula recoger el queso que se queda en los bordes para integrarlo a la mezcla
  • Añadir el resto del queso (los otros tres paquetes) removiendo bien hasta que la mezcla esté cremosa
  • Aumentar la velocidad del robot e incorporar el resto del azúcar y la esencia de vainilla. A continuación, añadir los huevos uno por uno mezclando bien después de cada uno. Finalmente, añadir la nata y seguir removiendo durante un par de minutos hasta que la mezcla sea cremosa, un poco aireada como espumosa pero sin tener burbujas. No hace falta batir demasiado

Coulis de fresa goteando...

  • Verter la mezcla sobre la base ya cocinada
  • Colocar una fuente redonda con agua sobre la bandeja del horno a media altura. Sobre esa fuente, colocar el molde con la masa para la tarta. El agua debería llegar más o menos hasta la mitad de la altura del molde.
  • Hornear durante una hora y cuarto. La parte de arriba tiene que coger un precioso color dorado y el centro debe moverse muy ligeramente cuando se mueva el molde. En mi caso (la he preparado dos veces) la parte de arriba se doraba siempre mucho antes de que el interior estuviera listo. En ese caso basta cubrir la tarta con papel Albal y seguir cocinando hasta que pase el tiempo. No acortar!
  • Pasada una hora y cuarto, apagar el horno y dejar la tarta dentro sin moverla (así se evita que se resquebraje – yo obviamente no me pude resistir y se resquebrajó). Después de una hora o así, pasar la tarta a la nevera cubierta con papel film evitando que toque la tarta
  • Al día siguiente (o pasadas dos o tres horas si no se puede resistir más), sacar de la nevera, desmoldar y servir con unas fresas y un coulis de fresa

Para el coulis de fresa: El mejor modo de prepararlo es con un cazo al fuego, fresas en trocitos, un par de cucharadas de azúcar y paciencia (remover y remover). Si no, se puede usar este truco, cutre pero efectivo sobre todo cuando no es temporada de fresas: comprar un bote de mermelada de fresa decente, ponerla a calentar en una sartén o un cazo y añadir una cucharada de agua por cada cucharada colmada de mermelada. Remover sin parar y dejar enfriar un par de minutos. Quedará una salsa de fresa un poco más líquida que la mermelada

Para servir: ya que estamos puristas, acabemos con gloria: El mejor modo de servir una cheesecake es preparando un vaso alto con agua muy caliente. Con la ayuda de un papel de cocina doblado, cortar un lado de la tarta con un cuchillo afilado, limpiar el cuchillo con agua caliente y papel de cocina, realizar el segundo corte y así sucesivamente. De este modo los trozos de tarta salen “limpios”, sin restos de crema blanca sobre la superficie

La tarta dura unos dos días en la nevera y hasta un mes congelada

Todo lo que hay que limpiar después

Cena americana en casa – alitas barbacoa y hamburguesas

Alitas barbacoa making of

Salí del marasmo de cajas. Conseguí que me instalaran el gas. Enchufé la nevera y me di cuenta de que las casas luminosas de día son oscuras de noche si no compras bombillas. Pero lo más importante: cociné. Cociné para otros. Una cena americana para empezar con buen pié (no conseguiré hacer amigos si les pongo brócoli de cena…).

En Milán hace ahora un calor sofocante y húmedo y huele muy fuerte a jazmín, un olor intenso a campo que desconcierta y cubre todo lo demás. Cuando llegas nuevo a una ciudad te fijas en este tipo de cosas que otros dan por hecho. Cuando llegas nuevo a una ciudad todo te entusiasma exageradamente y todo te entristece un poco.

Descubrir que te sientes como en casa entre cuatro paredes que hasta ayer no significaban nada para ti. Plantar semillas y que broten. Comprar 3 trozos minúsculos de 3 quesos distintos en el mercado sin malas caras. Adelantar a un camión en bici y sentirte de repente muy joven.

Entender que a tu alrededor nadie te necesita verdaderamente para ser feliz (al menos por ahora). No saber volver a casa  desde una calle cualquiera. No encontrar en el supermercado la crema hidratante que usas desde hace años. Escuchar en un bar conversaciones de amigos sobre la época universitaria.

Y cocinar.

Alitas de pollo barbacoa

Oh qué buenas… pero qué buenas… Pringosas, con un toque dulce pero nada cansino, picantitas, con la carne tierna, brillante y caliente, que se despega sola del hueso. Qué buenas por dios. No sé si mi receta es mejor que otras. La preparé con lo que tenía en casa, intentando recordar cómo las hace mi hermana. El resultado me pareció maravilloso.

Ingredientes

  • 1 kilo de alitas de pollo bueno, cortadas por la mitad
  • Para el marinado:
    • Polvo barbacoa. Es una mezcla de especias, sal y azúcar. En esta página tienen una receta con muy buena pinta. Yo compré una mezcla ya lista y me gustó mucho, incluía romero y me pareció una buena idea.
    • 2 cucharadas grandes de miel
    • 6 cucharadas de salsa de soja
    • 3 cayenas secas rotas con los dedos
    • No hace falta sal ni aceite. Las alitas son grasientas y la soja es suficiente para salar.
    • Pimienta negra
  • Para pintar las alitas en el horno:
    • 5 cucharadas de ketchup
    • 2 cucharadas de miel
    • 1 cucharada de vinagre blanco

Pasos:

  • Pedir al carnicero que corte las alitas de pollo por la mitad (en el mercado descubrí que las alitas están hechas de dos partes, la fina en ángulo que termina en punta y esa especie de muslito)
  • En un bol de cristal mezclar bien los ingredientes del marinado
  • Añadir las alitas de pollo y con la mano metida en una bolsa de plástico mezclar para que se impregnen bien, apretando un poco la mezcla sobre la carne. Espolvorear con pimienta negra molida
  • Tapar el bol con plástico y meter en la nevera
  • Después de media hora, remover las alitas para que las que estaban abajo (en contacto con el liquido) pasen arriba y viceversa. Tapar y meter en la nevera otra media hora. Repetir el proceso después de otra media hora
  • Pasadas dos horas, las alitas están en un buen punto de marinado. La carne esta sabrosa, el interior aún con sabor a pollo y la piel exterior con un sabor potente. A mí me gusta este equilibrio pero si se deja marinar la carne durante dos horas más el sabor penetrará todavía más en la carne
  • Calentar el horno a 200 grados con calor superior e inferior
  • Colocar las alitas sobre una bandeja de horno sin apiñarlas
  • Mezclar los ingredientes para el baño y con un pincel de silicona o cuchara pintar la parte expuesta de las alitas.
  • Meter las alitas en el horno a media altura sobre una rejilla durante 15 minutos
  • Después de 15 minutos, sacar del horno, dar la vuelta a las alitas, pintarlas con el baño y volver a meter en el horno. Repetir esta operación cada 10 minutos. Yo las dejé en total 40 minutos y estaban en su punto, bien caramelizadas por fuera y tiernas por dentro

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Hamburguesas muy caseras 

Tener una picadora de carne en casa es algo bastante absurdo. Pero si la tienes, oh, si la tienes significa que puedes comer hamburguesas perfectas, sabrosas y ligeras. También vale pedir al carnicero que te pique trozos escogidos de carne. Lo importante es evitar la carne ya picada, que en mi experiencia suele ser mala, con demasiada grasa y demasiada agua.

Ingredientes (para 4 hamburguesas)

  • 4 panes de hamburguesa
  • 1 kilo de carne roja (el típico trozo enorme de carnicería que sirve para picar o hacer dados pero magra y con buena pinta)
  • Dos lonchas gordas (1cm?) de panceta/bacon sin ahumar mediamente grasa (con parte de grasa y parte de carne rosita).
  • 4 lonchas de panceta/bacon no demasiado ahumado (una por hamburguesa)
  • 4 lonchas fina de queso cheddar (una por hamburguesa)
  • Un pepinillo en salmuera dulce (los mejores son los de Ikea, yo compré en el mercado uno bueno de sabor pero con un aspecto blanquecino horrible – me remito a la foto más adelante…)
  • Ketchup y mostaza

Pasos:

  • Picar la carne y las lonchas de panceta juntas. La panceta aportará grasa a la carne magra y le dará mucho sabor (el toque americano)
  • Preparar bolas de carne del tamaño de la palma de la mano
  • En una sartén, cocinar rápidamente el bacon a fuego fuerte para que se cocine y se dore
  • Calentar otra sartén grande con un poco de aceite a fuego fuerte
  • Salpimentar la carne y apoyarla sobre la sartén caliente apretando para que quede de 2,5 cm de grosor. Cocinar durante dos minutos sin moverlas (para que se hagan tipo parrilla)
  • Dar la vuelta a las hamburguesas, posar rápidamente una loncha de queso sobre cada hamburguesa y cocinar otros dos minutos para carne al punto
  • Mientras, en la sartén del bacon, tostar el pan cortado por la mitad (cogerá un poco de la grasita que ha soltado el bacon y se tostará)
  • Montar la hamburguesa superponiendo todo

Hamburguesa bacon y queso